Afuera están los peregrinos, un montón de niños y un par de señoras cantando villancicos, pidiendo posada y un par de monedas para una piñata. Suenan alegres; imagino sus caritas. El pequeño José, la pequeña María, con sus túnicas que les quedan grandes y con uno o dos remiendos; ya estuve ahí, ¿te acuerdas?
Las luces de las velas iluminan un poco al interior de mi casa que permanece a oscuras para que no adviertan mi presencia. No quiero ver a nadie, así que ni te asomes.
Cantan que ya se va la Virgen muy agradecida. Agradecido estoy yo con Dios; seguro le daría pena verme en este estado. Ya es mucho con permitir que tú me veas así.
Al fin, la calle quedó casi en silencio. La serie de luces que adorna la casa de enfrente es musical y toca Noche de paz una y otra vez. No sé cómo no han enloquecido. Aún así, con la melodía, resuena en mi mente la letra. Cómo olvidarla, si cada Noche Buena se tocaba en el estéreo al menos dos veces.
Empieza anunciando dos cosas que no tengo ya: paz y amor. La paz fue desdibujada, su definición casi borrada de mi diccionario, mientras que el amor, sin más, se esfumó, y no, para nada pienses que alguna pareja me engañó o algo así. No ha habido una pareja en… bueno, ya perdí la cuenta.
Total, ya no hay amor, lo cual se traduce en mesas vacías en los comedores de varias casas, no hogares, de gente que alguna vez compartió una misma cena bajo el concepto de “familia”, otro que ya de plano ni existe en mi vocabulario, y nunca más volverá.
Sé lo que estás pensando, que soy un fatalista. Ojalá pudiera explicártelo; tendrías que vivirlo para entenderlo, pero por eso estamos aquí. Toda esta miseria espiritual fue alguna vez regocijo, alegría genuina. Los recuerdos vienen a mi mente cada tanto, y aunque al principio se me pinta una sonrisa, de pronto un hueco en el estómago crece a una velocidad con la que desearía olvidar cada recuerdo. Me llena de ira y quiero romperlo todo, y de hecho ya lo hice, como podrás notarlo en el desastre que es este sitio. Años atrás me habría disculpado por el desorden; hoy me vale madre.
Creo que lo que sigue en la canción habla de dar y compartir, pero no lo puedo hacer. Soy tan egoísta que no planeo compartir mi miseria con nadie, lo cual a la vez me convierte en una especie de altruista, ¿no? Eso me hace recordar a una de las últimas veces que hablé con alguien, aparte de ti. Esta persona me preguntó por qué no hacía algo bueno por los demás en lugar de lamentar mis penas. No le dije nada más allá de “no sé”, pero la realidad es que no puedo hacer algo bueno por alguien más si no empiezo conmigo.
Mírame con detenimiento. Si me vieras en la calle, me sacarías la vuelta o me verías feo. Sé que me veo mal, como si la definición de “derrota” fuera una persona.
¡Vaya! Perdóname. Sé que me pongo pesado, y no te estoy haciendo algo sencillo el estar conmigo. Por esa razón paso estos días encerrado; todo allá afuera me hace recordar los tiempos donde fui feliz, o al menos, eso me hace creer la traicionera nostalgia. Si no fueron días felices, al menos sí que fueron sencillos.
Como sea, gracias por pasar a ver cómo estoy. Podrás ver que aquí todo sigue igual que la última vez, y yo de la misma manera, así que… eso. Gracias por venir. Por favor, vete a casa, disfruta a la familia, a los amigos, abrázalos y haz lo que esté en tus manos para evitar que lleguemos a este punto, así, cuando vengas de nuevo al futuro el año próximo, podrías encontrar un escenario distinto.
¡Tienes un año, eh! Por cierto, una última cosa, y es importante. Ayúdale a mamá… por favor. No le preguntes si lo necesita, sólo hazlo. Me lo agradecerás en estas fechas.
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