Soñar sí cuesta

 

Fuente: Pexels 9144 en Pixabay. 

Fue en segundo de primaria que escribí mi primer texto creativo, al menos que yo recuerde y tenga conciencia. Fue para un concurso escolar de creación de cuento infantil que tuvo lugar primero por primarias y después, a nivel zona escolar. Tuve el privilegio de ser elegido entre quién sabe cuántos textos para concursar en la etapa final; mayor fue la dicha al enterarme que mi cuentito quedó entre los primeros tres sitios (primero o tercero).
    Si me preguntas, no recuerdo de qué trataba el cuento. Los personajes eran animales, y el protagonista era o una tortuga o una rana; un animalito verde, pues. Es todo lo que recuerdo, eso y que nos dieron desayuno al término del concurso, un delicioso sándwich de jamón con queso amarillo y jugo de naranja natural. Me sentía afortunado.
    Desde ese día, mi interés por contar historias nació, y con él un sueño que ha permanecido hasta el día de hoy, y aunque hubo momentos de mi vida (hasta ahora) donde esa ilusión tuvo que ser puesta en pausa, en el presente está tan vigente como cuando tenía siete años. De ahí que use como "biografía" de autor la frase "cuando era niño soñaba con ser escritor; al día de hoy, sigo soñando".
    El título de esta entrada es tendencioso. Soñar sí cuesta, pero vale la pena la inversión. Así queda mejor.
    Todo pasatiempo requiere de mucho tiempo, esfuerzo y (sobre todo, tal vez) paciencia, además de incontables horas de práctica. Más aún cuando quieres llevar ese pasatiempo a otro nivel, a uno donde pueda ser un poco más que una afición de los tiempos libres. Cuando hay aspiraciones.
    Los últimos dos años me he decidido a intentar un poco más de la cuenta y ver qué pasa. No "a ver qué pasa" producto de la suerte, que no es así; "a ver qué pasa" luego de tanto trabajo, que ojo, nunca es en vano, ni son esfuerzos tirados a la basura cuando se trata de algo que haces con esmero, dedicación e incluso amor.
    Los últimos dos años me he decidido a intentar un poco más de la cuenta, pero llevo haciéndolo poco más de cinco años, cuando al ver una convocatoria de un concurso pensé "¿por qué no?". En ese entonces iba muy a ciegas; creía que sería igual que a los siete, que me podría sentar a escribir lo primero que viniera a mi mente, usar palabras que se vieran bonitas y hasta elegantes, mandar lo que salió, esperar resultados y enojarme si no salía mi nombre.
    He aprendido bastante desde entonces, y sé que todavía me falta muuuucho camino por recorrer. Lo más importante de todo, escribir porque me gusta, porque lo deseo, porque hay cosas que quiero contarte por el puro gusto de contar cosas, tal y como lo hago ahora. No espero obtener mucho a cambio, más allá de la satisfacción de saber que alguien me lee, y le gusta (o no) lo que tengo que decir; es todo.
    No es que no quiera obtener nada más; estaría chido si así lo fuera, pero entiendo que todavía no es el momento. Por eso, con que alguien me lea, la cuenta está saldada. Lo hago porque me gusta, y por más que quisiera dedicarle más tiempo, a veces no es posible, y vaya que trato de hacerme el tiempo. Hoy decidí hacer un espacio para escribir estas palabras, y si lo estás leyendo, es porque me animé a compartirlo, y es que resulta que hoy es el Día del Escritor y la Escritora. No estoy seguro de si es una conmemoración nacional (en México) o sólo de algunas regiones, pero que sirva el pretexto para compartir.
    En este momento no recuerdo en dónde lo leí, pero quien lo haya escrito (o dicho) decía que todo aquel que haga algo creativo, por ejemplo escribir, debería dejar de llamarse "intento de escritor" porque por el hecho de hacer el intento ya debiera ser llamado "escritor", con todas sus letras. Es posible que haya quienes no estén de acuerdo con esa idea, pero como alguien que en su momento se ha denominado "intento de" en muchas cosas, es una agradable y muy necesaria motivación para no quitar el dedo del renglón. Quién sabe, en una de esas, quien no quitaría el dedo del renglón sería la próxima persona en leer y admirar tu trabajo.
    Soñar sí cuesta, y mucho, pero vale la pena invertir todo lo que esté a tu alcance para lograr que ese sueño sea una realidad. 
    Felicidades a quienes siguen soñando, trabajan por su sueño, o viven el sueño hecho realidad. También a quienes ponen su valioso granito de arena para impulsar a esos soñadores. Felicidades y gracias. Eso te incluye a ti, que estás leyendo esto.

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