A pesar de la mala fama, el Tropical Zoom se mantenía como el lugar de moda en toda la bahía. Nadie quería perderse del ambiente que ahí se respiraba entre melodías de salsa, sorbos de alcohol, bailes seductores y bellas mujeres que deslumbraban el sitio. Pero si una destacaba por sobre cualquier asistente al bar era Mercedes Mata.
Su presencia era notoria; captaba la atención de los varones y provocaba la envidia de algunas damas. Se decía que rompía corazones a diestra y siniestra, al punto de que se rumoraba que había inspirado varias canciones donde lloraban por su amor.
Aquella noche, Mercedes se acercó a la barra, donde ya le tenían listo lo de siempre. Un caballero bien vestido se le acercó, dispuesto a conquistarla.
—Permítame invitarle un trago— dijo él, mientras acercaba su banco a la mujer.
—Acompáñeme— respondió Mercedes con prontitud, mientras se acercaba el mojito a los labios; le guiñó el ojo al bartender—. Bébase uno de estos conmigo.
—Encantado— asintió el hombre al cantinero mientras le extendía un billete de alta denominación—. ¿Cuál es su nombre, bella mujer?
—Usted sabe quién soy, todos lo saben— arqueó la ceja mientras le sonreía—, así que mejor dígame cuál es el nombre de este apuesto caballero.
—Aníbal Arenas, para servirle.
—Su nombre me resulta familiar— Mercedes jugueteaba con un mechón, cerca de su oído; no dejaba de sonreír.
—Apuesto que sí, señorita— Aníbal se aclaró la garganta; sonreía orgulloso—. Mi nombre es más popular que mi rostro; usted es privilegiada por verlo.
—¡Pero qué seguridad la suya, hombre!— soltó una pequeña risa, a la par que rozó con gentileza la mano del hombre; luego tomó su bebida— Entonces, brindo por eso.
Chocaron los vasos y bebieron, él de golpe, ella apenas un pequeño sorbo. Mercedes le hizo una señal al cantinero, pidiéndole otro trago para su nuevo acompañante. Siguieron hablando por casi una hora; entonces ella lo invitó a bailar.
En la pista, la multitud abrió pasó a aquella pareja que, de inmediato, destacó sobre todos los demás. Su danza era hipnótica, seductora, y aumentó su intensidad cuando el ritmo de la música bajó al son de Panteón de amor. Ella comenzó a dominar, mientras el paso de él empezó a entorpecerse. Mercedes lo acercó a la orilla de la pista, donde varios de los escoltas del hombre se acercaron a apoyar en lo que parecía ser otro de los desplantes etílicos del patrón.
Mercedes se acercó al oído de Aníbal; le susurró que volvería pronto, luego le dio un beso en la mejilla. Con paso firme, caminó hasta perderse en la multitud, dejando atrás a su conquista, quien comenzó a convulsionar.
Al día siguiente, los diarios anunciaban otro escándalo del Tropical Zoom; el prominente criminal Aníbal Arenas había muerto al interior de aquel bar, sin tener indicios de quién o qué provocó el deceso de uno de los hombres más buscados del país.
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