Abrió los ojos, y ante el temor provocado por la oscuridad, comenzó a manotear hasta encontrarse con que no estaba atrapado; sólo debía empujar la puerta y salir. Le extrañó que en cada intento, la puerta regresara a su sitio con toda la fuerza del mundo. Entonces decidió probar algo distinto: sostener la pesada madera y levantarse. Así fue como logró salir y comenzó a recorrer el campo, con la sorpresa de no hallar a ningún otro ser vivo por ahí.
—¡Hola!— saludó entusiasta alguien detrás— No te había visto antes por acá, así que seguro apenas llegaste.
—Hola, ¿cómo e...—se petrificó al voltear y encontrarse con que su interlocutora era toda esqueleto—¡Estás muerta!
—Por supuesto—respondió con toda la calma— Todos aquí lo están; esta es la otra vida.
—Pe… pe… pero, dejé tantas cosas pendientes—su voz se quebró ante semejante revelación.
—¡Bah! Tú cálmate, que tendrás la eternidad para hacer lo que quieras— le animó con entusiasmo— ¡N’ombre, y espérate a noviembre! Hay un banquetazo de rechupete. Te invito a mi mesa; habrá pozolito.
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