Puerta VI

 —Le doy la bienvenida al pasillo de las puertas, donde tiene la posibilidad de elegir entre nueve opciones que le llevarán a conocer su destino.

—¿Otra vez usted? —reclamó con enojo— Pensé que ya había cruzado por la puerta, pero supongo que…

—En efecto, ya cruzó por una de nuestras puertas— interrumpió el mayordomo— y eso le trajo de regreso al pasillo.

—Bueno, pero puedo elegir otra vez cualquier puerta, ¿verdad? —su rostro comenzaba a reflejar la incertidumbre.

—¡Por supuesto! Eso es lo que lo hace tan excitante, ¿no? —había un dejo de ironía en las palabras del mayordomo.

—Bueno... —miró de nuevo las nueve puertas, ahora con detenimiento— Pues, elijo la cuarta puerta.

El mayordomo le indicó que pasara a través de la puerta elegida, incluso se tomó la libertad de abrirla para darle el paso a la persona, quien con determinación cruzó el marco hasta el otro lado. Antes de girar la perilla, se detuvo a cerrar los ojos y tomar aire. Entonces cruzó.

—¡Le doy la bienvenida al pasillo de las puertas!

—¡CA-RA-JO!— azotó la puerta— ¡¿Qué chingados hago aquí otra vez?!

—Elegiste la sexta puerta, por lo que sin importar qué otra abras después, siempre volverás al pasillo. Así es como terminé aquí, y así es como logras salir, cuando tu relevo pasa por ella.

—¡No! Yo aquí no me quedo— en medio de la desesperación, comenzó a cruzar puerta por puerta, siempre volviendo al pasillo, hasta que por fin se resignó— Ya, dale pues, vete.

—¡Con gusto!— dijo el mayordomo, quien cruzó por la tercera puerta.


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