Abrió los ojos, y ante el temor provocado por la oscuridad, comenzó a manotear hasta que un rayo de sol le cegó por unos instantes. Luego de recuperar la vista, se levantó de los cartones sobre los cuales yacía y observó con sorpresa la enorme movilización que había en las calles del vecindario.
—¡Oye! ¿Ya tienes tus cosas listas?— escuchó que alguien detrás suyo preguntó.
—¿Qué cosas? ¿Qué está pasando?— la confusión crecía en su interior; no entendía nada.
—¡Increíble!— el individuo, molesto, soltó la enorme caja que cargaba— ¿Cómo es que a estas alturas alguien olvida la mudanza quincenal?
—¡¿Quincenal?!— el asombro de aquella revelación fue como una cubetada de agua helada— Ni siquiera sé de dónde se supone que me deba ir.
—¿Qué calificación te dieron esta quincena? Muéstrame la aplicación.
La confusión persistía, pero como pudo, atinó en sacar su teléfono y desbloquearlo para conocer su destino. Aún sin entender, giró el móvil en dirección a su interlocutor para mostrarle la pantalla que mostraba un “Z-9”.
—¡Hum! Parece que ya te mudaste— dijo en tono burlón el sujeto, mientras se agachaba para recoger su caja— Tú ya estás en casa, aquí en los cartones. Suerte en quince días.
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